lunes, 25 de mayo de 2009

Camino al contentamiento VI

Conclusión: (No porque ha pasado demasiado tiempo, sino porque no quiero llegar al XXX) No creo que exista un momento en la vida en el cual alguien pueda decir: "Me he graduado, ya estoy completamente contenta con mis circunstancias". En este caso también podría afirmar con el apóstol Pablo "no que lo haya alcanzado ya...". Y es que he notado que el contentamiento es, finalmente, una decisión. Haciendo un análisis de la experiencia de varias personas me parece que no es un estado pleno o completo, no es un escalón al que accedemos alguna vez y del cual nunca volvemos a bajar. Suele ser intermitente en nuestras vidas, y depende de la actitud que tomemos ante la voluntad de Dios y nuestro conocimiento de él. Últimamente he tomado el hábito que recomienda el dr. Lloyd Jones, en su libro “La depresión espiritual”, acerca de hablarse a sí mismo. Así, cada vez que la nostalgia o la soledad se acercan demasiado, me recuerdo todas aquellas cosas que me han sido dadas juntamente con Cristo, es decir, todo. Aquello que no tengo ahora es porque no es el momento, porque así como a un bebé no se le da una bicicleta a los tres meses de edad, no podemos esperar recibir algo para lo cual no estamos preparadas o que nos hará más daño que bien. Así es que, hoy estoy contenta con el tiempo del que dispongo, si se me concedieran las otras ocho horas que quiero al día, estoy segura de que no haría todo lo que creo poder hacer, salvo perderlas. Confío en que Dios cumplirá su propósito en mi, porque en el pasado he podido comprobar que es verdad: todas las cosas ayudan a bien a aquellos que han sido llamados conforme a su propósito.

jueves, 14 de mayo de 2009

¡De regreso!

Gracias por sus oraciones, aquí está de regreso mi querida compu, ahora sí ¡A trabajar!

lunes, 13 de abril de 2009

Perdón por la ausencia

Lo cierto es que he pasado por semanas un poco ajetreadas y me ha sido practicamente imposible escribir. Ademàs no tengo computadora temporalmente pero espero que pronto se solucionen todos los detalles para que continuemos con esto. Mientras tanto les solicito sus oraciones para encontrar un trabajo que me permita continuar con tantos proyectos y al mismo tiempo solventar mis gastos. ¡Saludos!

miércoles, 25 de febrero de 2009

Camino al contentamiento V

Analizando las causas del descontento he tenido que llegar a varias honestas y dolorosas conclusiones, todas completamente egoístas. Primero: el voltear al horizonte y ver el futuro tan árido, el ver mi paso por el mundo tan ajeno al interés de otros, el sentir que mi presencia o ausencia no crearía ninguna reacción en nadie fuera de mi familia, me resultaba doloroso. En segundo lugar, y muy relacionado con el primer punto, existe en mi, como creo que en todo ser humano, ese deseo interno de trascender, de encontrar en alguien más un eco de mi. Y no hablo de mi familia, de los amigos, sino de esa búsqueda de 'alguien', de una conexión especial, de eso que nos resulta un misterio, una aventura, un eco. ¿Amor? No lo sé. En fin. Ambas cosas son causadas por una mirada terrena, una mirada no espiritual hacia la existencia humana. La mirada de Dios es diferente (y hay muchas acepciones para la frase, les recomiendo el sermón del hno. Gómez Dickson). "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" Fil. 4: 19 Todos conocemos esta maravillosa promesa que abarca desde el alimento diario, el vestido, la salud y la enfermedad, la santificación, un esposo,... el contentamiento. Casada o soltera el contentamiento es siempre una cosa delicada a la cual hay que prestar especial atención.Amar la voluntad de Dios día a día, en medio de circunstancias favorables y adversas, comprensibles e incomprensibles, felices o dolorosas, eso es estar contenta. Aceptar tal cual lo que Él tiene para nosotros no es tan complicado porque sabemos que Él tiene una mayor y mejor comprensión del tiempo presente, pasado y futuro y del corazón humano. Pero amar cada cosa, cada contratiempo, cada circunstancia y cada persona que Él pone en nuestro camino es una lucha constante contra nosotros mismos. Una cosa es caminar y otra gozar del camino; no basta someternos a su voluntad, es amarla, es descubrir la parte agradable de buena y perfecta voluntad. Es por ello que es preciso renovar nuestro entendimiento (Ro. 12:1)

lunes, 2 de febrero de 2009

Camino al contentamiento IV

Pese a los enormes esfuerzos para hacer las cosas que los hombres hacen, la mujer siempre será más frágil. Aprendí a cambiar un tanque de gas, los fusibles de la luz, a usar casi cualquier herramienta y con todo, sigo sintiéndome impotente ante un hombre que centre su atención en mi, para bien o para mal. Esta semana hemos pasado por momentos desagradables pues ante la necesidad de ampliar la casa, las cuatro mujeres que la habitamos, hemos estado expuestas ante un buen número de albañiles acosivos. No sólo de día, sino de noche, hemos recibido sus 'visitas' inesperadas, las cuales no se darían de saber ellos que hay un hombre en casa. Pero más peligroso que esto, es la pretensión de un hombre atractivo con aparentes buenas intenciones. Cuando el sujeto no me es agradable tengo ya dominadas varias respuestas claras y contundentes para un batazo amable pero firme. Sin embargo, satanás siempre descubre el lado frágil por el cual puede llegar a hacer daño, y este batazo me cuesta más trabajo cuando encuentro que hay algo atractivo en el sujeto en cuestión. Este acecho masculino y vulnerabilidad femenina recién descubiertos me enfrentaron ante el hecho de que no podré resistir sin pecar. Por supuestto que puedo, porque cuento con el enorme poder de Dios, me refiero a que debo ser honesta conmigo misma y reconocer que lo que hace más peligrosa a la tentación es el hecho de que sí siento la necesidad de una compañía especial, que no es cubierta con mis hermanas o mi madre. Podría fingir y decir que estoy perfectamente bien así. Sin embargo, dentro de mí se libraría una enorme lucha entre mis deseos y la imagen que proyecto. Es decir, ¿de qué me serviría que los demás me vieran feliz con mi estado si no lo soy? y por otro lado ¿glorifica a Dios mi silencioso sufrimiento? ¿no es más fácil enfrentar el problema de frente y pedir ayuda en oración a mis hermanos?

jueves, 29 de enero de 2009

Camino al contentamiento III

¿Cuántas casadas conocen que hablen bien del matrimonio? Por desgracia ni siquiera entre los matrimonios creyentes encontramos pruebas suficientes de que el matrimonio sea una bendición. Una mayoría abrumadora me decía "Noooo, no te cases, es horrible, te arrepientes más temprano que tarde, qué bueno que estás soltera, sigue así, no sabes en la que te metes...!", etc., etc., etc. Es por ello que me costaba trabajo aceptar gustosamente la idea, incluso conozco a alguna que otra que sigue opinando lo mismo. He de reconocer que por mucho tiempo basé mi contentamiento en esta idea terrible del matrimonio. Si del otro lado las cosas son peores, más me vale estar contenta ahora que llorar después ¿no? Sin embargo no es así como debo reaccionar. El matrimonio es una bendición divina cuando nuestra primera búsqueda es agradar a Dios al casarnos. Nadie ha dicho nunca que el matrimonio termina en un 'felices para siempre', sólo los cuentos de hadas nos han llenado la cabeza con esa idea. No debo estar contenta con mi soltería sólo porque la otra opción es peor. No. "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón" (Sal. 37:4) Todas conocemos este versículo ¿no es cierto? Pero me parece que lo interpretamos un poco torcido. Me parece que es un asunto circular: si realmente me deleito en Dios, la petición de mi corazón será continuar deleitándome en él. Recuerdo uno de los estudios sobre el matrimonio que dio nuestro hermano Tom, en el cual decía que si un/a joven no se encuentra realizado y contento antes de casarse no lo va a conseguir en el matrimonio. Cuando escuché esto me dije a mi misma "Ok, pero si me encuentro realizada y feliz como soltera ¿para qué querría casarme?" Ése era mi problema, precisamente con el cual empezaría a tratar Dios en adelante.

lunes, 12 de enero de 2009

Camino al contentamiento II

Resignación. Esa fue mi siguiente reacción. Ok, no había problema, me casaría. Pero empecé a mirar alrededor y no encontré ningún interesado, así que no tenía otra opción que sentarme a esperar desesperadamente. ¿Cómo pasé de una rotunda negativa y rechazo a la desesperación? Exactamente no lo sé, pero sí debo reconocer que ciertas necesidades físicas empezaron a hacerse cada vez más incómodas y no las llevé a los pies de nuestro Dios. Me incomodaba decirle algo así como que ya empezaba a sentir el fuego acercarse. Y presiento que esta incomodidad está presente en la mayoría de nosotras la latinas, quienes vemos en la palabra sexo y deseo un monstruo de culpa y vergüenza que nos persigue desde la infancia. Los hombres pueden hablar de ello con los otros hombres, incluso algunos padres lo hablan con sus hijos (varones con varones) pero a las niñas no se les menciona la palabra y la simple mención del asunto nos hace sonrojar. Bueno, podría seguir con el tema pero no es necesario seguirnos ruborizando más. El caso es que tomé una actitud de resignación e impaciencia. Inconscientemente pensaba "Ok, ya me convenciste de que me has creado para el matrimonio, y ¿ahora qué?, supongo que si no hay ninguna solicitud será necesario esperar...más" Tomé una actitud de enojo contra Dios, como si Él fuera el culpable de mis necesidades naturales y como si el matrimonio fuera la carga más grande que hubiera podido ponerme en el futuro y además me estuviera obligando a esperar. Ah! esto sí me hace ruborizar! En ese momento en realidad no estaba sometiendome a la voluntad de Dios, en realidad estaba refunfuñando porque tenia que reconocer que siempre quise casarme, pero no quería aceptar que no he sido lo suficientemente pretendida para verlo como una posibilidad. No, no es la resignación el camino hacia el contentamiento.

miércoles, 7 de enero de 2009

Camino al contentamiento

Supongo que todas hemos escuchado que para arrancar la mala hierba debemos hacerlo de raíz y no dejar ningún vestigio de ella o volverá seguramente y con más fuerza, como si sólo la hubiéramos podado, y hemos escuchado lo mismo con relación al pecado. No hay ejemplo más claro que los enemigos del pueblo de Israel a quienes Dios les ordenó liquidar completamente (Dt. 20:16-18) y por su desobediencia aún estamos viendo las consecuencias. Así que, buscando y rebuscando dentro de mi, y fiel a mi obsesión de auto análisis, di con unos cuantos monstruos que fueron la base de mi antiguo descontento (aunque como dice Pablo: no pretendo haberlo alcanzado). Hubo un tiempo en que yo creía que estaba absoluta y totalmente segura de que era muy feliz siendo soltera y que no me casaría ni con el más guapo, inteligente y fiel hombre que encontrara. Y es que mi papá era el objeto de mi admiración en el aspecto de conocimientos, de fidelidad y buen carácter, pero tenía sus 'asegunes' que mamá nunca permitió que pasaran desapercibidos. En resumen, el matrimonio de mis padres no era un aliciente para desear estar casada. Por lo tanto, lo que tenía yo hacia el matrimonio era menosprecio; pensaba que tenía que haber algo más para mi que lavarle la ropa y hacerle de comer o despertarme a media noche porque el niño tiene tos (y no hablo de los hijos) y luego echarle en cara todo lo que yo hacía por él y lo poco que él hacía por mi. Cuando comprendí que esos son patrones aprendidos que hemos de 'desaprender' y que ahora en Cristo somos nuevas criaturas(2 Co. 5:17), capacitados para vencer el mal y hacer el bien...no se me quitó el miedo. ¿Y si yo soy la copia fiel de mi mamá? ¿Y si no puedo vencer la enorme cantidad de pecados que de repente vislumbro y le hago la vida miserable a él y a mi? Ah! mis contradicciones nunca me dejan, ¿acaso no creo en el poder de Dios?. Concluyo que esta especie de contentamiento que decía tener no era tal, sino puro miedo y menosprecio al matrimonio.

jueves, 1 de enero de 2009

Honestidad

He estado pensando en cuál sería la mejor manera de continuar, qué voz elegiré para escribir ¿Puedo hablar en trecera persona del plural? Creo que no tengo tal autoridad, no puedo decir "...las mujeres nos sentimos bla, bla, bla,..." Me parece que lo más correcto es decir lo que yo he experimentado, pero espero que me ayuden a decidir este punto. No sé si sea un caso común, pero lo que más trabajo me costó fue aceptar honestamente que sí me quiero casar. Un escudo de hipocrecía me cubrió por un par de años, antes de los cuales mi oración continua era porque no 'necesitara' casarme. Resulta que he heredado un gran temor hacia el matrimonio, una enorme desconfianza hacia los hombres y cierta independencia emocional, y a veces física, hacia ellos. El menosprecio por lo que un hombre puede aportar fue sembrado en mi desde muy chica. Papá salía por las madrugadas, antes de que despertáramos y volvía cuando ya estábamos dormidos. Mientras tanto, mamá se echaba encima la enorme carga de seis hijos hambrientos y nunca, por cierto, sin murmuraciones y quejas en contra del género masculino. Pero, ¿qué tan buena puede ser esta independencia? o ¿qué tan mala?