lunes, 12 de enero de 2009
Camino al contentamiento II
Resignación. Esa fue mi siguiente reacción. Ok, no había problema, me casaría. Pero empecé a mirar alrededor y no encontré ningún interesado, así que no tenía otra opción que sentarme a esperar desesperadamente.
¿Cómo pasé de una rotunda negativa y rechazo a la desesperación?
Exactamente no lo sé, pero sí debo reconocer que ciertas necesidades físicas empezaron a hacerse cada vez más incómodas y no las llevé a los pies de nuestro Dios. Me incomodaba decirle algo así como que ya empezaba a sentir el fuego acercarse. Y presiento que esta incomodidad está presente en la mayoría de nosotras la latinas, quienes vemos en la palabra sexo y deseo un monstruo de culpa y vergüenza que nos persigue desde la infancia. Los hombres pueden hablar de ello con los otros hombres, incluso algunos padres lo hablan con sus hijos (varones con varones) pero a las niñas no se les menciona la palabra y la simple mención del asunto nos hace sonrojar.
Bueno, podría seguir con el tema pero no es necesario seguirnos ruborizando más.
El caso es que tomé una actitud de resignación e impaciencia. Inconscientemente pensaba "Ok, ya me convenciste de que me has creado para el matrimonio, y ¿ahora qué?, supongo que si no hay ninguna solicitud será necesario esperar...más"
Tomé una actitud de enojo contra Dios, como si Él fuera el culpable de mis necesidades naturales y como si el matrimonio fuera la carga más grande que hubiera podido ponerme en el futuro y además me estuviera obligando a esperar. Ah! esto sí me hace ruborizar!
En ese momento en realidad no estaba sometiendome a la voluntad de Dios, en realidad estaba refunfuñando porque tenia que reconocer que siempre quise casarme, pero no quería aceptar que no he sido lo suficientemente pretendida para verlo como una posibilidad.
No, no es la resignación el camino hacia el contentamiento.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario