lunes, 2 de febrero de 2009
Camino al contentamiento IV
Pese a los enormes esfuerzos para hacer las cosas que los hombres hacen, la mujer siempre será más frágil.
Aprendí a cambiar un tanque de gas, los fusibles de la luz, a usar casi cualquier herramienta y con todo, sigo sintiéndome impotente ante un hombre que centre su atención en mi, para bien o para mal.
Esta semana hemos pasado por momentos desagradables pues ante la necesidad de ampliar la casa, las cuatro mujeres que la habitamos, hemos estado expuestas ante un buen número de albañiles acosivos. No sólo de día, sino de noche, hemos recibido sus 'visitas' inesperadas, las cuales no se darían de saber ellos que hay un hombre en casa.
Pero más peligroso que esto, es la pretensión de un hombre atractivo con aparentes buenas intenciones. Cuando el sujeto no me es agradable tengo ya dominadas varias respuestas claras y contundentes para un batazo amable pero firme. Sin embargo, satanás siempre descubre el lado frágil por el cual puede llegar a hacer daño, y este batazo me cuesta más trabajo cuando encuentro que hay algo atractivo en el sujeto en cuestión.
Este acecho masculino y vulnerabilidad femenina recién descubiertos me enfrentaron ante el hecho de que no podré resistir sin pecar. Por supuestto que puedo, porque cuento con el enorme poder de Dios, me refiero a que debo ser honesta conmigo misma y reconocer que lo que hace más peligrosa a la tentación es el hecho de que sí siento la necesidad de una compañía especial, que no es cubierta con mis hermanas o mi madre.
Podría fingir y decir que estoy perfectamente bien así. Sin embargo, dentro de mí se libraría una enorme lucha entre mis deseos y la imagen que proyecto. Es decir, ¿de qué me serviría que los demás me vieran feliz con mi estado si no lo soy? y por otro lado ¿glorifica a Dios mi silencioso sufrimiento? ¿no es más fácil enfrentar el problema de frente y pedir ayuda en oración a mis hermanos?
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