miércoles, 25 de febrero de 2009
Camino al contentamiento V
Analizando las causas del descontento he tenido que llegar a varias honestas y dolorosas conclusiones, todas completamente egoístas.
Primero: el voltear al horizonte y ver el futuro tan árido, el ver mi paso por el mundo tan ajeno al interés de otros, el sentir que mi presencia o ausencia no crearía ninguna reacción en nadie fuera de mi familia, me resultaba doloroso.
En segundo lugar, y muy relacionado con el primer punto, existe en mi, como creo que en todo ser humano, ese deseo interno de trascender, de encontrar en alguien más un eco de mi. Y no hablo de mi familia, de los amigos, sino de esa búsqueda de 'alguien', de una conexión especial, de eso que nos resulta un misterio, una aventura, un eco.
¿Amor? No lo sé.
En fin. Ambas cosas son causadas por una mirada terrena, una mirada no espiritual hacia la existencia humana. La mirada de Dios es diferente (y hay muchas acepciones para la frase, les recomiendo el sermón del hno. Gómez Dickson).
"Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" Fil. 4: 19
Todos conocemos esta maravillosa promesa que abarca desde el alimento diario, el vestido, la salud y la enfermedad, la santificación, un esposo,... el contentamiento.
Casada o soltera el contentamiento es siempre una cosa delicada a la cual hay que prestar especial atención.Amar la voluntad de Dios día a día, en medio de circunstancias favorables y adversas, comprensibles e incomprensibles, felices o dolorosas, eso es estar contenta. Aceptar tal cual lo que Él tiene para nosotros no es tan complicado porque sabemos que Él tiene una mayor y mejor comprensión del tiempo presente, pasado y futuro y del corazón humano. Pero amar cada cosa, cada contratiempo, cada circunstancia y cada persona que Él pone en nuestro camino es una lucha constante contra nosotros mismos.
Una cosa es caminar y otra gozar del camino; no basta someternos a su voluntad, es amarla, es descubrir la parte agradable de buena y perfecta voluntad. Es por ello que es preciso renovar nuestro entendimiento (Ro. 12:1)
lunes, 2 de febrero de 2009
Camino al contentamiento IV
Pese a los enormes esfuerzos para hacer las cosas que los hombres hacen, la mujer siempre será más frágil.
Aprendí a cambiar un tanque de gas, los fusibles de la luz, a usar casi cualquier herramienta y con todo, sigo sintiéndome impotente ante un hombre que centre su atención en mi, para bien o para mal.
Esta semana hemos pasado por momentos desagradables pues ante la necesidad de ampliar la casa, las cuatro mujeres que la habitamos, hemos estado expuestas ante un buen número de albañiles acosivos. No sólo de día, sino de noche, hemos recibido sus 'visitas' inesperadas, las cuales no se darían de saber ellos que hay un hombre en casa.
Pero más peligroso que esto, es la pretensión de un hombre atractivo con aparentes buenas intenciones. Cuando el sujeto no me es agradable tengo ya dominadas varias respuestas claras y contundentes para un batazo amable pero firme. Sin embargo, satanás siempre descubre el lado frágil por el cual puede llegar a hacer daño, y este batazo me cuesta más trabajo cuando encuentro que hay algo atractivo en el sujeto en cuestión.
Este acecho masculino y vulnerabilidad femenina recién descubiertos me enfrentaron ante el hecho de que no podré resistir sin pecar. Por supuestto que puedo, porque cuento con el enorme poder de Dios, me refiero a que debo ser honesta conmigo misma y reconocer que lo que hace más peligrosa a la tentación es el hecho de que sí siento la necesidad de una compañía especial, que no es cubierta con mis hermanas o mi madre.
Podría fingir y decir que estoy perfectamente bien así. Sin embargo, dentro de mí se libraría una enorme lucha entre mis deseos y la imagen que proyecto. Es decir, ¿de qué me serviría que los demás me vieran feliz con mi estado si no lo soy? y por otro lado ¿glorifica a Dios mi silencioso sufrimiento? ¿no es más fácil enfrentar el problema de frente y pedir ayuda en oración a mis hermanos?
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